Para morderle las ruedas al cañón
El niño llora. Gesticula
con sus pequeñas manos
e intenta
tocarlo todo.
Permanece oculto en su capazo mientras
insiste en descubrir
el mundo con su lengua
y balbucea porque el nuevo niño será un gran halcón
preparado.
Las desilusiones
le hacen fuerte
el miedo, la ira
y el rencor le preparan para olvidar pronto
que volar es algo mágico.
Se va
acostumbrando a una nueva fama,
los 230 kilómetros por hora
son los requerimientos del cazador,
la alquimia
del capitalismo embravecido,
la comodidad de sus gemelos de acero cepillado.
De uniforme y
herramientas dotado.
El halcón
plumado ha probado la sangre y las vísceras,
ha conocido las
ciudades de cartón
y ha fabricado un mundo de calor sucio, negro, tóxico, metálico, plástico.
y ha fabricado un mundo de calor sucio, negro, tóxico, metálico, plástico.
Vamos respirando, latiendo, subiendo la persiana a diario,
se alimenta de menús precocinados,
se asea, se enjuaga, se da brillo a diario,
es un animal muy educado que jamás volverá a mirar atrás
a arrepentirse de algo
tiende a olvidar lo primitivo y mágico,
vive dando razón a lo inhumano, y piensa poco en ello
para no envejecer por falta de sueño.